La moralidad de los seguidores de Jesús

[El original en ingles se encuentra aqui.]

Si Jesús regresaría hoy, ¿cómo reconocería sus seguidores? No miraría lo que la gente dice, sino lo que hacen. ¿Quién es el que alimenta al hambriento, acoge a los extraños, anima a los desanimados, está dispuesto a dar su vida por sus amigos? Buscaría a los que abrazan a los excluidos, alivian el dolor del sufrimiento, defienden a los indefensos, no a los que gritan “Señor, Señor” o que declaran que su presencia convierte un lugar en “tierra santa”.  Buscaría a aquellos que pierden el tiempo con los que no valen nada, que son hermanos y hermanas a los solitarios y que toman el último asiento en los banquetes. Él buscaría a aquellos que lo reconocen en sus vecinos y que ponen las necesidades de los demás por encima de las suyas.

En otras palabras, buscaría a aquellos que viven vidas morales, ya que la moralidad no es otra cosa que elegir el bien sobre el mal, elegir el amor sobre el odio o la indiferencia, elegir a los demás sobre mí. Para un seguidor de Jesús, la moral comienza con la buena noticia de que Dios nos ama tanto que nos envió a su único hijo, que nos amó como un hermano, que nos llamó sus amigos. Un Hijo que incluso aceptó ser abandonado por su propio Padre, momentos antes de morir en la cruz, para que ningún sufrimiento, fracaso o separación sea insuperable, para que nadie piense que están fuera del alcance del amor de Dios o del amor de sus seguidores, para que todos sepan que su resurrección es para ellos, abierta a ellos, esperando para recibirlos.

En cualquier lugar que haya división, sufrimiento, exclusión, opresión, Jesús está firmemente del lado de los abandonados. El amor de Dios que se entrega (self-giving) y se niega a sí mismo (self-naughting) hace a cada persona sagrada y de valor intrínseco. Toda la moral cristiana se deriva de esta realidad central del amor de Dios por su creación y por nosotros, los humanos, a quienes hizo para que podamos responder libremente a su amor. Y nos invita a elegirlo, a elegir lo que es bueno, con cada elección que hacemos y en cada acción que realizamos. ¿Debería sentir celos por el éxito de otra persona, o debería alegrarme con ellos por su logro? ¿Debería decir algo sobre otra persona, o serían los chismes los que los hieren? ¿Debería comprar este producto u otro, sabiendo que la compra afecta la vida de muchos que trabajaron para ponerla a mi alcance y donde una opción puede contribuir a salarios justos, mientras que otra puede llenar los bolsillos de los dueños de esclavos modernos y destruir el medio ambiente ¿Debería acostarme con mi novia o novio como una expresión de amor por ellos, o sería una apuesta temeraria con su vida y la vida potencial de un niño? ¿Debería denunciar el aborto, o también necesito buscar el bien de quienes lo cometieron, reconociendo también su angustia y sufrimiento y siendo conscientes de que no sé y no puedo saber el estado de su ser más íntimo?

Dios espera pacientemente, anhela que todos se acerquen cada vez más a Él y su misericordia no tiene límites. Y dado que seguir a Jesús es una invitación a imitarlo, yo también estoy invitado a amar de la manera en la que Dios me ama a mí y a todas las demás personas, sin importar lo imperfectamente que podamos responder a la invitación de Dios para corresponder su amor. Siempre hay una opción abierta para mi que me acerca a Dios y, por lo tanto, a todas las demás personas también. No importa lo lejos que esté de Dios, elegir a acercarme a Él es lo moral y no importa con qué frecuencia tomo la decisión equivocada, cada momento presente me da alternativas que son más morales que otras.

No solo elegir el bien siempre está disponible para mí, sino que Dios mismo está allí conmigo en lo más profundo de mi ser, en mi conciencia, para guiarme y ayudarme a distinguir el bien del mal. Incluso en mi ser más íntimo, no estoy solo, pero es allí donde Dios me invita a elegir a Aquel que es Bueno, que es Belleza, que es Verdad, que es Amor. Y Él me envía a sus seguidores para ayudarme a escuchar su voz, para ayudarme a formar mi conciencia para que esté cada vez más en sintonía con Dios, para ayudarme a persistir en elegir el bien sobre el mal. Y Él me ayuda aún más al hacer que lo bueno esté profundamente arraigado en la naturaleza misma del universo y sea accesible a la razón.

La elección del bien sobre el mal se centra en la entrega de uno mismo, que es la participación en el acto creativo del amor de Dios. Requiere hacerse nada (self-naughting) para que el dar sea perfecto y que esté listo para recibir perfectamente un don a cambio, sin retener nada y sin dejar nada. Para que dar y recibir pueda ser una imitación de la vida de la propia Trinidad, donde el Padre se entrega por completo, generando al Hijo, el Hijo se vacía completamente a cambio, entregándose al Padre sin excepción y el Espíritu Santo se hace nada para que el Padre y el Hijo puedan amarse en Él sin restricción. Dicha pérdida tiene un precio, pero esta superado por el amor que prosigue y la alegría que trae.

Al igual que la vida interior de la Trinidad, la moral no es principalmente una cuestión de perfección o logro individual, sino la calidad de una vida vivida en una comunidad que viaja hacia Dios, una comunidad que viaja con Dios. Imperfectamente, fallando, pero con el Dios que se vació, sufrió abandono y murió por sus amigos, caminando entre sus hermanos y hermanas. Al estar compuesta por miembros imperfectos, la moralidad de esta comunidad también es imperfecta y evoluciona, y su perfección es acorde con el grado en que vive en presencia de Jesús en su medio. Se esfuerza por una comprensión cada vez más profunda de lo que significa elegir el bien sobre el mal, una comprensión que crece con el tiempo como fruto del Espíritu Santo. Lo que una vez se consideró aceptable se convierte en absolutamente prohibido y lo que alguna vez estuvo fuera de límites es bienvenido. La pena capital y el matrimonio inter-confesional, respectivamente, son ejemplos pasados ​​en la Iglesia Católica; ¿Cuáles serán los futuros? Todo cambia y nada cambia al mismo tiempo, ya que el amor que Dios se entrega y lo abarca todo por nosotros, a quien él otorga un valor intrínseco por ese amor, es el núcleo inmutable al que tendemos en nuestro viaje hacia Él y con Él.

Una consecuencia de este viaje es también la necesidad de una sensibilidad particular a lo que está en los límites de la moralidad en cualquier momento, ya que algunas de estas opciones, aún prohibidas, pueden ser hacia dónde se dirige el viaje hacia Dios, mientras que otras descienden y se alejan de la unión con él. Solo una apertura a la voz de Dios en mi ser más íntimo, en los corazones y las mentes de mis hermanos y hermanas, en las voces de los que sufren y están abandonados y en la oración silenciosa conducirá a discernir el bien del mal, a comprender a lo que el amor y la misericordia de Dios nos llama en el aquí y ahora.

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